Historia de América Latina

La historia no es sólo un curso obligatorio en la escuela que tenemos que tomar para graduarnos. Es algo más: es el entendimiento que tenemos de la sociedad y sus individuos, del pasado y del presente que nos ayuda a mirarnos como sociedad y nos permite ver si las diferencias del pasado con el presente son muchas o pocas; si hemos mejorado o no; qué nos falta por mejorar. Algunas de las preguntas en la historia son ¿es la historia cíclica?, ¿Se repite la historia?

jueves, septiembre 28, 2006

La independencia de América Latina

LA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA LATINA

Delante de la ciudad colonial española de Guayaquil, que pertenece al actual estado de Ecuador, se encuentran un día de finales de verano del año 1819 el general San Martín y el «libertador» Simón Bolívar. San Martín, un típico oficial español de la época napoleónica, está sobre una suave colina. Tras él forman sus regimientos desarrapados, muy mal equipados, pero muy disciplinados. Este San Martín había llegado con su aventurero ejército hasta el umbral de Ecuador para estrechar la mano del libertador de las colonias-septentrionales, Simón Bolívar.

El libertador llega al galope sobre un fogoso caballo mosco: un perfecto noble español, un hidalgo de la mejor sangre criolla. ¡Qué contraste con San Martín!

El gran hombre ha conseguido conducir victoriosamente la lucha «hasta con el machete» contra el poderío colonial español primero en su patria Venezuela, entonces en Colombia y ahora también en Ecuador; y ahora está casi ante la realización del sueño de su vida. Si une sus tropas con las de San Martín lo hace para conquistar las últimas posiciones de España.

¡Qué tropas! Están harapientas, armadas y vestidas de fantasía. Se componen de indios, blancos, negros, mulatos, zambos y llaneros montados. Cuando ven a sus hermanos del sur y observan el abrazo de sus jefes se salen espontáneamente de la formación y corren hacia la colina. Millares empiezan a cantar la canción de la libertad…

Pero muy poco después del conmovedor y teatral encuentro se hacen patentes las contradicciones. Simón Bolívar sueña con los «Estados Unidos de Latinoamérica», incluso con un congreso continental de todos los estados americanos. Cree, en primer lugar, en la necesidad de una jefatura única. Por ello exige la sumisión incondicional de San Martín y de todas sus tropas, lo que éste finalmente también acepta.

San Martín abandona Perú y marcha a Francia, donde muere pobre y abandonado. Simón Bolívar aún será elegido en 1819 presidente de una confederación provisional de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Alto Perú (que incluso cambia su nombre por el de «Bolivia»).

Siguen más campañas salvajes, que finalmente terminan con la victoria de Bolívar en 1824 en Ayacucho. Pero sólo cuatro países participan del congreso panamericano en Panamá (1826).

Mas el sueño de una Sudamérica medianamente unida dura poco. El congreso nacional de Bogotá se opone a Bolívar, quien -para salvar la causa y evitar una nueva guerra- entrega su dimisión. También él muere en 1830, pobre y solitario, poco antes de poder abandonar el país como refugiado.

¿Dónde se habría sentido con más intensidad el abismo entre una clase feudal corrompida, las cortes europeas y las clases sociales explotadas más desagradablemente que en las colonias? Los grandes burgueses, latifundistas, nobles coloniales e intelectuales de Venezuela, Argentina. Chile, Perú o México, vueltos conscientes de sí mismos, ricos y poderosos, ya no se sentían satisfechos con su papel de súbditos gobernados desde las lejanas cortes españolas y una corrupta corte real en Madrid. Había crecido el odio contra funcionarios, gobernadores y virreyes españoles. Atendieron a la declaración de independencia de Estados Unidos y a la revolución francesa con máximo interés.

Las campañas napoleónicas en Europa hicieron impotentes a los reyes. En 1807 huyó a su colonia de Brasil el rey de Portugal. Napoleón forzó, en 1808, en Bayona, a Fernando VII de España a renunciar al trono. Se había dado la señal. En todas las colonias americanas se encendieron las revueltas. En 1811 se independizó Venezuela, en 1816 le siguió Argentina, en 1818 Chile, en 1819 Colombia, en 1821 Perú y en 1828 Uruguay. Ya en 1810 había habido levantamientos en México, que consiguió su independencia en 1821. Se ha conseguido la libertad. Mas ésta sólo existe exteriormente; porque poco cambia en la situación interna de los nuevos países. El lugar de los gobernadores explotadores y de los funcionarios españoles lo ocupan ahora los estancieros, mineros, latifundistas y generales autóctonos. El pueblo llano sigue bajo el dominio de los ricos encumbrados y de la iglesia, una de las mayores potencias terratenientes y financieras, que colabora con las clases dominantes.

No se puede mantener la unidad del continente, ni siquiera la de la Gran Colombia fundada en 1819. Cuando ha dimitido el libertador, los generales rivales se pelean por el tan rentable poder. Países como Bolivia, Colombia, México o los pequeños estados centroamericanos viven un siglo de revoluciones, golpes de estado militares y revueltas. Las cosas están en movimiento, pero los problemas no están resueltos.

Tomado de http://www.editorialbitacora.com/armagedon/independencia/independencia.htm

Eloy Ruiz